Una cuestión de género
Taller de creatividad literaria (IES Francisco de los Ríos)
El hombre de la mazmorra
“El hombre de la mazmorra”
Érase una vez, porque solo fue una vez, en el reino de Grenia, un príncipe que jugaba con muñecas. El príncipe, llamado José, era el hijo del rey Roberto. Era muy ágil y le gustaba jugar con sus muñecas fuera del castillo, escondido entre las rosas del gran jardín. Hasta que una vez, sus padres lo encontraron escondido detrás de un rosal jugando.
El rey ordenó quemar las muñecas y encerrar al príncipe en su aposento, pero, aunque quería que dejase de jugar a "juegos de chicas", el príncipe empezó a fabricar algunas con trapos que pedía a las cocineras.
Pasaron los años y el príncipe empezó a cogerle cariño a sus muñecas. Un día, su padre entró en su cuarto para ver lo que hacía y descubrió que lo que de pequeño le gustaba, ahora le apasionaba.
Entonces, le dijo:
- ¡Príncipe José! Pronto serás el rey de este gran reino, pero no puede ser posible que un hombre, juegue con muñecas y, o dejas de jugar con ellas, o me veré obligado a encerrarte en la mazmorra.
Juan Enrique Díaz. 1º de ESO A
Como un pez
“Como un pez”
Me quedaban pocas horas en ese orfanato. Estaba en la sala común. Puede ver cómo un ágil y astuto pez intentaba salir de la gran pecera en la que se encontraba. Con su cuerpo se impulsaba para dar un gran salto y caer en la depuradora de agua, que le devolvería al mar, a su hogar.
En cierto modo, yo me parecía a ese pez. Intentaba salir del orfanato y encontrar un hogar.
Hoy iba a ser mi día. Por fin, tras nueve largos años, sería libre y tendría una familia. Me estaba tomando un yogurt de piña, ya que es mi favorito. Hoy me iban a adoptar José y Julio, una pareja de hombres con pinta de ser muy felices juntos. Me dijeron que me llevase solo lo necesario: ropa, libros, etc. Lo único que me llevaría sería mi peluche de Doraemon.
Me llamaban, ya estaban aquí.
Fernando Raya Cuesta. 2º ESO B
Confesión
“Confesión”
Hoy, 24 de diciembre, es Nochebuena, y como todos los años me dispongo a entrar en casa de mi abuela; esa casa que tiene un extraño olor al yogurt de piña que tanto me gusta. Entro acompañada de mi novia Elena. No pienso nada más que en el interrogatorio que nos espera en la cena; hasta que aparece mi abuela que nos recibe contenta. Nos sentamos en la mesa y saludamos al resto de los familiares. Mi tío Lucas, astuto como siempre, comenta:
-Niña, veo que traes a una amiga.
-Sí- le respondo.
Mientras, Elena me mira de forma interrogante y a continuación un chorro de preguntas comienza:
-¿Vivís en el mismo pueblo? ¿Vais juntas al instituto? Etc…
Puedo estar todavía tranquila, no ha llegado “la pregunta”. Sí, esa pregunta que espero que la abuela no vuelva a cuestionar después de tantos años seguidos. De pronto risas y silencio. La abuela se dispone a decir algo:
-Buenos niñas. Este año, ¿tenéis novio ya?
No, no puede ser. Qué le respondo. Me encantaría decirle la verdad, que estoy enamorada de la persona que está justo a mi lado pero, claro, nunca lo entendería, siempre ha rechazado el tema de la homosexualidad. Elena harta de jugar a esconderse y de tanta mentira responde en un tono alto:
-No, no tenemos novio. Su nieta y yo estamos saliendo juntas y nos queremos.
La mesa queda en silencio rotundo. Solo se oye el tic tac del reloj y el de mi corazón a punto de salirse del pecho.
Ana Pulido. 4º ESO A
La abuel homófoba
“La abuela homófoba”
Esto fue una vez en un terreno escabroso y a la vez bonito donde se encontraban la abuela Machete y su nieta Pecera.
Entonces, la abuela empezó a hablar de los “rolletes” que tuvo con Yogurt de Piña Colada, que era un chico muy extrovertido.
Al día siguiente la abuela le preguntó sobre quién iría con ella a la cena familiar y la chica, tímida y rápidamente, le respondió que iría con Pistola, su novia.
Más tarde la abuela intentó reflexionar sobre su nieta y el hecho de ser lesbiana. Esto lo veía mal porque pensaba que toda mujer tendría que tener un novio y no una novia.
Pecera habló en presencia de la abuela con Machete comentándole que no sentía las mismas sensaciones cuando estaba al lado con una chica, que cuando estaba hablando con un chico, y, de pronto, a la abuela le dio un cólico nefrítico.
Una vez que la abuela estaba en el hospital, Pecera fue con Pistola a verla y a preguntar sobre su estado. Curiosamente, la abuela se enteró de que en el cuarto de en frente estaba su prima, a la que le había dado un coma etílico. Al parecer, había descubierto que su hermano tampoco era un hombre demasiado tradicional.
Domingo Rubio Hidalgo. 4º ESO A
Ahora
“Ahora”
- Que sí, María, tú ponte guapa. Coge ese vestido que tanto te gusta y en media hora nos vemos. Y ponte esos pendientes, sí, esos, los del día en que nos conocimos- sonrió- Venga, no seas tonta, tarde o temprano tendré que decírselo y que mejor momento que este. te recojo ahora. Te quiero.
Paloma colgó el teléfono y resopló. Sabía que era un día importante para ella. No había parado de pensar en qué diría y cómo. Estaba nerviosa, atrapada; sabía que no se lo tomarían muy bien, sobre todo el tozudo de su padre, un hombre muy peculiar, a veces egocéntrico y demasiado testarudo al que Paloma quería, aunque a veces la sacara de quicio.
Últimos retoques, el flequillo bien acomodado en forma de cortinita y brillo en los labios con sabor a fresa, el favorito de María. Un whatsapp a María, las llaves del coche y un poco de perfume. Todo listo, menos su mente. Estaba hecha un lío pero sabía que era la única oportunidad para dejar de esconderse de su familia, ser libre con María y poder llevarla a dar un paseo por el Retiro cogidas de la mano, sin disimulo.
Finalmente, recogió a María; ambas muy nerviosas no intercambiaron palabra en el viaje a casa de sus padres, pero antes de llegar María le preguntó a Paloma:
- ¿Estás segura de lo que vas a hacer?
- María, no sirve de nada seguir negando lo evidente- respondió con rotundidad.
Nuria Crespo Ríder. 1º Bachillerato A
Carla
“Carla”
Mientras la madre de Antonio José se comía in frigopié, observó que su hijo jamás había mostrado actitudes, gustos y pensamientos propios de los niños de su edad. Con el paso del tiempo, se dio cuenta de que su hijo no era homosexual, sino que estaba atrapado en el cuerpo de un chico, aunque realmente era una mujer.
Hoy, cuando la madre recogió a su hijo de su clase de violín, decidió que era el momento idóneo para hablar con su hijo y así intentar comprenderlo y ayudarlo.
En la mesa del gran patio, llevaron a cabo una conversación que ayudó mucho a Antonio José a sentirse querido y preparado para dar el gran cambio.
La conversación acabó con un gran beso y el comienzo de una nueva vida para Carla; el nombre que siempre había deseado.
Mª Dolores Aguilar Moreno. 1º Bachillerato A