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Crisis de 1640: Cataluña y Portugal
La crisis territorial de la monarquía
©Guadalupe Rodríguez Iglesias
Introducción
La política de reformas del Conde duque de Olivares va a provocar el aumento de las tensiones territoriales de la corona española, especialmente en Cataluña y en Portugal, aunque también se extenderá a otros territorios como Andalucía, Aragón o Nápoles.
El intento de centralización política y administrativa, así como la imposición de la Unión de armas, que obligaba a contribuir a la guerra a todos los territorios de la corona, chocaba frontalmente con los fueros y privilegios de algunos de sus territorios, que se negarán a realizar dicha contribución.
La rebelión de Cataluña 1640-1652
El comienzo de la guerra con Francia en 1635 puso a prueba la autoridad monárquica frente a la autonomía y los privilegios de los reinos. La frontera pirenaica peligraba y Olivares pensó que podía ser una buena excusa para obligar a Cataluña a contribuir con tropas y dinero. Este principado accedió a dar donativos a la corona, pero se negó a proporcionar tropas, alegando que sus constituciones le prohibían reclutar un ejército para enviarlo al extranjero.
En 1638, los franceses asediaron Fuenterrabía (Guipúzcoa), y en su defensa acudieron contingentes de tropas procedentes de toda España, salvo de Cataluña. Al año siguiente, Olivares decidió llevar la guerra a la frontera catalana (probablemente de forma deliberada) y consiguió que Cataluña reclutara tropas y las enviara al frente. Sin embargo, también penetraron en Cataluña los tercios reales, habitualmente muy indisciplinados, que llevaron a cabo graves abusos sobre la población civil. Las protestas contra ellos se multiplicaron desde la Generalitat y el Consell de Barcelona.
En mayo de 1640 estalló una rebelión de los campesinos, que atacaron a los tercios concentrados en las comarcas de Gerona; un mes después se les unieron los segadores (“els segadors”), que estaban congregados en Barcelona con motivo de la procesión del Corpus Christi (7 de junio) y se apoderaron de la ciudad en la jornada que se conoce como el Corpus de sangre. Los representantes del rey, incluido el conde de Santa Coloma, virrey de Cataluña, así como parte de la oligarquía y de la aristocracia de la ciudad, fueron asesinados.
Esta rebelión conducía inevitablemente a la guerra civil, por lo que los líderes políticos de la Generalitat, representantes de la baja nobleza, la burguesía y las oligarquías urbanas, temerosos de las represalias del rey y de la radicalización social de las masas populares, decidieron ofrecer el condado de Barcelona a Luis XIII de Francia; este nombró un virrey francés y ocupó con sus tropas Cataluña, que pasó a ser un escenario más de sus guerras con los Austrias.
Finalmente, y tras doce años de guerra, las autoridades de Cataluña, hartas de los abusos franceses, decidieron volver a la protección de la corona española. Las tropas del rey Felipe IV entraron en Barcelona (1652), poniendo fin a la secesión.
La independencia de Portugal 1640-1668
El ejemplo de Cataluña debilitó la autoridad de la corona y alentó a Portugal a rebelarse. Este país conservaba su autonomía institucional, fiscal y comercial, pero estaba descontento con el gobierno español.
Los portugueses veían en el avance de los holandeses en Asia, África y Brasil una amenaza para las colonias portuguesas en esas zonas. Portugal consideraba que España no la protegía lo suficiente, especialmente de la competencia en el comercio del azúcar con los holandeses; mientras España alegaba que era difícil defender las posesiones portuguesas sin una contribución económica y militar de Portugal.
Olivares proyectaba incorporar este reino a la Unión de Armas, aumentar sus contribuciones y situar a un virrey castellano para controlar el proceso. En 1640 se reclutaron soldados portugueses para sofocar la rebelión catalana y se intentó movilizar a la nobleza portuguesa, lo que provocó la sublevación en Lisboa (diciembre de 1640), en la que se proclamó rey al duque de Braganza con el nombre de Juan IV. En este movimiento antiespañol tuvo un importante papel la iglesia portuguesa, que sirvió de nexo de unión entre los intereses de la nobleza y de los comerciantes, con el descontento popular.
La guerra, conocida en Portugal como Guerra de Restauración, se vio favorecida por la imposibilidad de la monarquía española de atender a tantos frentes, dado que su prioridad era la guerra con Francia y con Inglaterra. Esto hizo que el conflicto se prolongase hasta 1668, año en el que la corona española reconoció su independencia.